En
efecto, Manrique amaba la soledad, y la
amaba de tal modo, que algunas veces hubiera
deseado no tener sombra, porque* su sombra
no le siguiese a todas partes.
Amaba la soledad, porque en su seno, dando
rienda suelta a la imaginación, forjaba
un mundo fantástico, habitado por
extrañas creaciones, hijas de sus
delirios y sus ensueños de poeta,
tanto, que nunca le habían satisfecho
las formas en que pudiera encerrar sus pensamientos,
y nunca los había encerrado al escribirlos.
Manrique loved the solitude, and he loved it so much that sometimes he would have wished to have no shadow, so that it could not follow him everywhere.
He loved the solitude, because in his innermost he could let his imagination run free and he created a fantastic world inhabited by strange creatures, children of his delirium and his dreams as a poet; so much that the forms to express his thoughts had never satisfied him, and never he had expressed them in writing.